18 de mayo de 2024

Once cartas para pedir por Héctor Cabrera Fuentes, el científico mexicano acusado de espionaje en EE UU

Un hijo que nunca dejó de perseguir sus sueños. Un hermano que siempre buscó lo mejor para su familia y su comunidad. Un científico inigualable. Un reo ejemplar. Así es como amigos, familiares y colegas describen al científico mexicano Héctor Alejandro Cabrera Fuentes, acusado de espionaje en Estados Unidos. Tras pasar los últimos dos años en una cárcel de Florida, el caso contra el biólogo se acerca a instancias definitivas y será sentenciado el próximo martes. Documentos judiciales obtenidos por EL PAÍS anticipan una condena de cuatro años, después de que sus abogados y la Fiscalía llegaran a un acuerdo de culpabilidad en febrero pasado a cambio de una sentencia reducida.

“La trayectoria profesional del Dr. Cabrera, un bioquímico e investigador cardiovascular de renombre mundial, solo es superado por su trabajo filantrópico para apoyar a su gente en Oaxaca, México”, se lee al inicio de un documento firmado por su defensa. El memorándum de sentencia es un escrito que se presenta antes de que un acusado enfrente su condena, un último pedido de clemencia avalado por personas cercanas previo a que el juez emita su fallo. “A pesar de sus logros, él reconoce que cometió un crimen por el que será sentenciado, por el que ya ha pagado, y espera que esta corte acepte su remordimiento e imponga una sentencia justa”, agregan sus abogados antes de presentar 11 cartas para abogar por la causa de su cliente.

El caso de Cabrera Fuentes ha dado la vuelta al mundo por episodios que bien podrían ser parte de una historia de ficción. Uno de los científicos jóvenes más prometedores de México vio cómo su carrera dio un vuelco dramático, tras ser arrestado por elementos del FBI en el aeropuerto de Miami en febrero de 2020 cuando estaba por tomar un vuelo a México. Durante el interrogatorio, el académico reconoció que había recibido presiones del Servicio de Inteligencia de Rusia para seguir a un agente de contrainteligencia estadounidense y tomar fotografías de la matrícula de su vehículo.

La investigación destapó que Cabrera Fuentes llevaba una doble vida: estaba casado con una mujer mexicana y tenía un matrimonio en secreto con una ciudadana de Rusia. La familia rusa del científico radicaba en Alemania, pero su esposa y sus dos hijas habían vuelto para resolver trámites migratorios y administrativos. Después no pudieron abandonar su país de origen, como se lee en un informe del FBI. Según las palabras del propio Cabrera Fuentes, un agente secreto ruso se le acercó con la promesa de “ayudarse mutuamente”: si aceptaba la misión y conseguía la información sobre el blanco estadounidense, él podría acelerar la salida de sus familiares en territorio ruso. Entre la espada y la pared, el científico accedió al trato, pero fue descubierto por las autoridades de Estados Unidos y permanece preso desde entonces.

En plena pugna entre las superpotencias, el caso parece sacado de un libro sobre la Guerra Fría. Pero el memorándum de sentencia, presentado hace apenas unas horas, pinta una versión diametralmente distinta de la vida de Cabrera Fuentes, nacido hace 37 años en El Espinal, un pueblo de 10.000 habitantes en Oaxaca, el segundo Estado más pobre de México. Lucila Fuentes, su madre, recuerda que antes de enamorarse de la Biología, Héctor Alejandro soñaba con ser beisbolista y jugaba a las canicas en el jardín de casa. “Siguió estudiando duro en la preparatoria y obtuvo una beca para seguir estudiando fuera del país”, narra. “Le pido a Dios que sigas volando y persiguiendo lo que amas, que sigas aportando tus conocimientos a la humanidad”, pide Fuentes.

“Recuerdo que yo estaba en cuarto grado cuando mi hermano se fue de casa para estudiar en el extranjero”, cuenta Alexis Cabrera Fuentes. El entonces aspirante a científico llegó en 2004 a Voronezh, una ciudad industrial del centro de Rusia, sin saber una palabra de ruso y en una época en la que eran frecuentes los ataques hacia los extranjeros. Incluso, fue agredido una vez. Un año después viajó más de 1.000 kilómetros hacia el noreste, aunque todavía en territorio ruso, y se estableció en Kazán donde estudió la licenciatura y eventualmente recibió un premio a la mejor tesis de maestría de manos del entonces presidente, Dimitri Medvédev. “Se sobrepuso a sus miedos”, cuenta su hermana, “nos escribía diciéndonos que trabajaba en un restaurante latino como cocinero para poder cubrir sus gastos diarios”.

“Siempre hemos estado y seguiremos sintiéndonos orgullosos”, escribe Héctor Cabrera, su padre. “Espero sinceramente que esta carta le dé una idea de su buen corazón, de que es una persona honorable, un miembro valioso para su comunidad, una buena persona y un excelente hijo”, concluye. La pena máxima que puede recibir por “actuar como un agente extranjero” en Estados Unidos es de 10 años, aunque es una condena poco probable después del acuerdo que alcanzaron la Fiscalía y la defensa.

Cabrera Fuentes sigue siendo un héroe en El Espinal: un hombre que se hizo a sí mismo y que lo daba todo por su gente. A la par que se revelaron las acusaciones de espionaje en Estados Unidos, la comunidad se volcó en apoyarlo e, incluso, se popularizaron varias teorías de conspiración para justificar su arresto: ¿Le tendieron una trampa? ¿Fue tomado como prisionero por alguno de sus descubrimientos como científico? Ninguna de esas teorías llegó a los escritos presentados ante el juez. Pero sí las leyendas de Héctor el que creó una fundación para jóvenes científicos, el que diseñó casas antisismos cuando un terremoto magnitud 8 sacudió Oaxaca, el que pagaba las giras por el extranjero de un grupo estudiantil de música. “Siempre tenía las palabras correctas para hacerte sentir que podías hacer cualquier cosa que te propusieras”, cuenta la estudiante Yamileth Toledo.

Miembros de la comunidad científica, a la que los espinaleños acusaban de haber dado la espalda a Cabrera Fuentes, también enviaron cartas de apoyo. “Me reuní con él de manera constante en Singapur, Alemania, Corea del Sur, Indonesia, Estados Unidos, Rusia y México, donde fue decano del Tec de Monterrey”, comenta Victor Serebruany, profesor de Medicina en la Johns Hopkins University. “Es un líder natural, pero confía demasiado en la gente”, dice Serebruany, “está claro que su exposición internacional lo hizo vulnerable a que tipos malos se aprovecharan de él y lo usaran”.

“Es alguien universalmente querido por todos los científicos con los que ha tenido contacto”, afirma William Boisvert, de la Universidad de Hawái, que destaca su carrera meteórica en la Universidad de Singapur, donde se hizo con una plaza en tan solo tres años, “algo prácticamente sin precedentes”. “A pesar de su situación actual, espero con ansias que el doctor, un investigador muy talentoso y confiable, pueda retomar su vida personal y profesional lo más pronto posible”, dice Klaus Preissner, académico de la Universidad de Giessen (Alemania), donde el científico hizo su doctorado. “Creo que es una pérdida para todos nosotros que, precisamente en tiempos en los que hay una necesidad tan apremiante por desarrollar investigación y trabajo médicos, Héctor sea mantenido al margen y no pueda ayudar”, sostiene el físico Luis Roberto Flores, de la Universidad China de Hong Kong.

Se sabe realmente poco de la vida de Cabrera Fuentes en prisión, pero los documentos arrojan algunos detalles. “Sobresaliente”, así calificaron los custodios el trabajo que desempeñó limpiando y pintando una unidad de la cárcel. “Da el 100% todo el tiempo” y “se lleva bien con sus compañeros” son otras anotaciones de su supervisor. Como reo, trabajó 90 horas en mantenimiento y ganó 10 dólares con 80 centavos. “El Dr. Cabrera es el padre orgulloso de cuatro niños, a quienes no ha visto desde que fue encarcelado porque no residen en el país”, señalan sus abogados, “sigue siendo extremadamente cercano a sus padres, hermanas e hijos a través de conversaciones telefónicas y [envía] apoyo un económico limitado para sus niños y sus madres”.

La trama de Cabrera Fuentes está atravesada por eventos históricos como la pandemia de covid-19, que estalló dos semanas después de su detención y ha retrasado la resolución de su caso, o la invasión rusa de Ucrania, que se lanzó el mismo mes en el que se declaró culpable para evitar ir a juicio. Tras una misión de espionaje fallida, un arresto inesperado, un escándalo mediático, pronunciamientos de políticos locales, la revelación de una doble vida, protestas y teorías de conspiración en su pueblo llega un último pedido de clemencia. El próximo capítulo de la historia está programado para el próximo 21 de junio, cuando se espera que se le dicte sentencia.

(Con información de El País)

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