La ciencia avanza a pasos insospechados, con promesas que rozan los límites entre la realidad y la ficción. En esta ocasión, la empresa Colossal Biosciences ha dado a conocer su más reciente creación: un pequeño roedor con pelaje largo y espeso, bautizado como el primer ratón lanudo del mundo.
La compañía, que ha recaudado cientos de millones de dólares con el ambicioso objetivo de devolver a la vida al mamut lanudo (Mammuthus primigenius), asegura que este experimento representa un hito en su camino hacia la desextinción.
El ratón lanudo no es un simple animal de laboratorio. Su genoma ha sido modificado con una combinación de mutaciones inspiradas en los mamuts y otras ya conocidas por influir en el crecimiento del pelo en ratones. Según el comunicado de prensa del 4 de marzo emitido por Colossal, este logro es un “momento crucial” en su misión.
No obstante, mientras la empresa celebra su avance, la comunidad científica observa con cautela, preguntándose si realmente este roedor supone un paso significativo en la recreación de especies extintas.
¿Un avance revolucionario o solo un ratón con más pelo?
Colossal, cuyo valor de mercado supera los 10.000 millones de dólares, sostiene que este ratón es una prueba tangible de que la ingeniería genética puede recuperar características clave de los mamuts en otros organismos. Su objetivo final es modificar genéticamente elefantes asiáticos (Elephas maximus), los parientes vivos más cercanos del mamut, para dotarlos de rasgos que les permitan habitar ecosistemas similares a los de sus ancestros prehistóricos.
Sin embargo, la comunidad científica no está tan convencida. Stephan Riesenberg, experto en edición genética del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, minimiza la importancia del experimento: “Estamos muy lejos de crear un mamut o siquiera un ratón mamut”, afirma. En su opinión, este desarrollo es más una curiosidad biológica que un verdadero avance hacia la desextinción.
Genética y pelaje: ¿realmente es un modelo funcional?
El equipo de Colossal, dirigido por la científica Beth Shapiro, ha estado trabajando para identificar los genes responsables de características distintivas de los mamuts, como su pelaje espeso, su capacidad de soportar temperaturas extremas y sus reservas de grasa adicionales. Para ello, han comparado los genomas de docenas de mamuts extraídos de restos fósiles con los de elefantes y otras especies cercanas.
Como parte de este esfuerzo, los investigadores han editado ratones para portar hasta ocho modificaciones genéticas, incluyendo tres mutaciones similares a las de los mamuts y otras que afectan al pelaje en los roedores pero que no están presentes en el ADN de los proboscídeos extintos. El resultado fue un ratón con un pelaje más largo y de un tono marrón dorado, en lugar del característico gris oscuro de los ratones de laboratorio.
Más allá de la apariencia: ¿qué tan viable es esta línea de investigación?
El experimento aún está en sus primeras etapas. Los ratones son jóvenes y no se ha evaluado cómo estas mutaciones podrían afectar su salud a largo plazo, su fertilidad o su resistencia al frío. Los investigadores planean someterlos a pruebas para determinar si realmente tienen una mejor adaptación a temperaturas bajas, una característica crucial si se pretende transferir estos genes a elefantes en el futuro.
Se enfatiza que la empresa no tiene intención de comercializar estos ratones, aunque existen líneas de ratones con pelaje similar a la venta desde hace más de dos décadas. Un ejemplo es la cepa wooly del laboratorio Jackson, que porta una mutación en el gen Fam83g, uno de los mismos genes alterados en el experimento de Colossal. Para algunos genetistas, esto reduce el impacto del descubrimiento, pues la modificación de genes ya estudiados previamente no representa un avance tan disruptivo como se sugiere.
El dilema de la desextinción: ¿podemos recrear especies extintas?
Vincent Lynch, genetista evolutivo de la Universidad de Buffalo, señala que es difícil separar los efectos de las mutaciones específicas de los ratones de las inspiradas en los mamuts. De los cambios introducidos, solo tres provienen del estudio de la genética del mamut: uno relacionado con el metabolismo de las grasas (Fabp2) y dos que afectan la estructura del cabello (Krt27 y Tgfa).
En su opinión, el experimento no demuestra de manera concluyente que las mutaciones propias de los mamuts tengan un impacto biológico significativo.
La gran incógnita sigue siendo cuántas modificaciones genéticas serían necesarias para dotar a un elefante asiático de rasgos funcionales de un mamut. Colossal no busca crear una réplica exacta de los mamuts, sino un organismo capaz de desempeñar el mismo papel ecológico que estos gigantes prehistóricos alguna vez ocuparon.
Desde el punto de vista técnico, realizar ocho modificaciones en un genoma no es algo extraordinario en la actualidad. De hecho, Riesenberg y su equipo trabajan en métodos para introducir cientos de cambios genéticos en células madre humanas, con el fin de estudiar qué hace único al ser humano en comparación con los neandertales. Pero alterar el genoma a esa escala ni siquiera nos acercaría a crear un mamut.
Así, aunque este experimento podría servir como una prueba de concepto, sigue siendo una modificación en un organismo pequeño y genéticamente distante del objetivo final: un elefante con características del mamut.
(Con información de National Geographic)